viernes, 5 de diciembre de 2014

¿El cerebro de la mujer es diferente al del hombre?

Un ejemplo del múltiple pensamiento femenino en la vida cotidiana: “¿Me acompañas al supermercado con el auto? En el camino dejamos la ropa en la tintorería y aprovechamos para buscar a Julieta que está en lo de una amiga. Ya que estamos, yo me bajo ahí y mientras vos buscás el saco que mandé a arreglar. Después paso por lo del zapatero… y nos encontramos en el supermercado en la planta baja en el sector de cajas y…”. ¡¡¡¡BASTA!!!!! Dice el cerebro masculino que literalmente no puede seguir ese proceso de pensamiento multiacción sin estresarse y pedir socorro. 

El presente articulo está extraído del capitulo 5 del libro

"Obedezca con queja o protagonice su futuro"

http://www.bajalibros.com/…/Carlos-Sterin-y-Ruben-Szych-Aut…

Que la mujer adquiera información sobre las características del funcionamiento cerebral es un aporte significativo para poder actuar y avanzar en su desarrollo como mujer y emprendedora.

El cerebro de la mujer es más pequeño que el del hombre (para aventar bromas, aclaramos que se adecua a un cuerpo femenino que en general es un 25% más reducido que el del hombre). Se supone que, como consecuencia de esta disminución de tamaño y para no reducir su efectividad (necesaria para la supervivencia), el cerebro femenino desarrolló más redes neuronales y un mayor número de interconexiones entre los hemisferios cerebrales, lo que le permite mayor interconectividad y otra modalidad de funcionamiento.

A raíz del proceso evolutivo y de selección natural que la división obligada de tareas exigió para lograr la supervivencia de la especie, se infiere que el cerebro
femenino aprendió a pensar y procesar información en paralelo, es decir, a generar pensamientos sincrónicos.

Pensemos en un mundo natural donde la hembra debía en simultáneo cuidar a sus crías, evitar que se acercaran depredadores, buscar alimento, competir con otras hembras, cuidar su espacio de poder en la manada, etc., etc., etc. Todas estas cuestiones debía realizarlas prácticamente al mismo tiempo, ya que de eso dependía su supervivencia y la de su descendencia. Esta circunstancia generó un modelo de pensamiento múltiple y paralelo, que por supuesto se mantiene vigente en el mundo actual (artificial y diferente al milenario mundo natural), y con un ritmo que a los hombres les resulta muy complicado seguir.[1]
El cerebro del hombre se articuló a lo largo de la evolución para pensar y actuar dando solo un paso por vez… Como se verá, resultan comprensibles las dificultades de interacción entre dos géneros con cerebros diferentes que deben compartir innumerables decisiones en la vida. Cabe aclarar que a la mayoría de las mujeres les resulta difícil comprender esta actitud “cómoda” de los hombres de no hacer un pequeño esfuerzo solidario.


Los cerebros humanos no se han modificado en los últimos 150.000 años. Han evolucionado para sobrevivir en un mundo natural que no es el que habitamos hoy: un mundo artificial creado por nuestros cerebros pero desalineado de lo que éstos pueden soportar.

 Literalmente, desde su modelo de pensamiento múltiple las mujeres no comprenden qué ocurre con esos seres que tienen cerca y que no hacen todo lo que podrían. La frustración las obliga con resignación (y no sin un posterior pase de factura) a aceptarlo.
Debemos explicar aquí que el cerebro del hombre, que deriva del macho primitivo en el mundo natural, tuvo que aprender a funcionar y pensar secuencialmente. La tarea casi exclusiva del macho era la de cuidar el territorio, evitar que otras especies extrañas o familiares lo invadieran. Si esto ocurría, era desplazado del espacio de posesión de sus hembras, y por lo tanto su descendencia y su fuente de alimentos corrían peligro. En consecuencia, el macho necesitaba el pensamiento lineal y hoy continúa con el mismo esquema: primero una cosa, luego la otra.
No es difícil de entender lo complicada que resulta la convivencia armónica de dos cerebros diferentes que cohabitan en un mismo sistema. A esto se suma el desconcierto del cerebro masculino al comprobar que la mujer de una manera súbita comienza a invadir territorios y espacios que durante miles de años no tuvo que compartir. Una de las consecuencias de estos modelos de funcionamiento es la dificultad de compartir trabajo; por desconocimiento, las delegaciones de un lado o del otro no contemplan estas cuestiones, situación que genera dilaciones, malos entendidos, pérdidas de tiempo, duplicidad de acciones, etc.
También el desconocimiento de estos temas por parte de los responsables organizacionales agrega una variable más a una imperfecta distribución de roles, tareas y funciones. Por ejemplo, en general las mujeres podrían resultar más eficaces para ciertas funciones que requieren diversidad, simultaneidad, solapamientos, y seguramente los hombres podrían desarrollarse mejor en responsabilidades que exigen más selectividad y profundidad. Dicho de otra manera, la mujer tiene la capacidad de llevar a cabo acciones multifacéticas que requieran abrir, pensar y actuar en varios frentes simultáneamente: recursos humanos, medicina clínica, administración, informática; en cambio, los hombres son más propicios para el campo de la búsqueda sistemática y profunda: operaciones manuales de concentración, científicas, investigación, filosofía, planeamiento estratégico, etc. De ninguna manera ésta es una regla cerrada: hay excepciones y las observamos cotidianamente. Por ejemplo, es común percibir que los gerentes fabriles de alto potencial “están en todo”,  le suman a un cerebro multi-task profundidad en cada tema y rigurosidad en el seguimiento –no lo digamos muy fuerte, porque a estos ingenieros “fierreros”, como se les dice en la jerga, ¡no les gustaría nada que se divulgue que gran parte de su capacidad se basa netamente en un cerebro con cualidades femeninas!–. En estos casos, los colaboradores varones (y también mujeres) suelen desconcertarse y volverse literalmente locos intentando seguir su ritmo.
 Por otra parte, puede observarse cómo algunas mujeres han desarrollado la capacidad de aplicar ambos cerebros en el campo laboral y con extraordinario éxito conducen procesos y a personas con un dominio de campo estupendo. Si sumamos a esto que algunas de ellas son bellas, podemos asegurar por experiencia propia que no resulta fácil la aceptación envidiosa de las colaboradoras
(ambivalentes entre el orgullo de género y la sensación de inalcanzabilidad) y el recelo de los machos que con serias dificultades tienen que aceptar el liderazgo femenino de manera obligadamente neutra, disimulando o reprimiendo las variables tradicionales entre líderes y seguidores: competencia, recelo, envidia, etc.
Ahora se suma esta cuestión nueva, desconocida en las generaciones anteriores: no poseer el dominio de las hembras, el campo territorial propio del género masculino. No nos engañemos: aunque un macho posmoderno se vista todas las mañanas, y en algunos casos use perfume y casi siempre desodorante, la mayor parte del tiempo no puede impedir que su mono se escape a pesar de los afeites.
Tampoco es difícil entender cómo el cerebro femenino tuvo que esforzarse para entrar en territorios nunca explorados, compitiendo contra otros cerebros masculinos que además inventaron el sistema a su semejanza. Sin experiencia previa estos cerebros femeninos no encontraron otro mecanismo más rápido (así funciona el esquema evolutivo) que imitar lo que aparentemente funcionaba y lograba resultados de poder.
En síntesis, la mujer ha tenido que realizar un increíble esfuerzo adaptativo (con resultados disímiles, al igual que los esfuerzos masculinos en otros campos) para funcionar en estructuras fundadas por cerebros masculinos que fueron articulados armados a su imagen y semejanza. Un modelo basado en gran parte en la fuerza y el poder (testosterona), vehemencia, impulsividad,  competitividad extrema,  agresividad e inadmisibilidad de compartir el reinado de poder (territorio, hembras, alimento, aseguramiento de continuidad de su propia progenie).
Un ejemplo interesante es lo que ocurre con el diseño arquitectónico de la administración pública: el Palacio de Justicia de Buenos Aires tuvo que ser remodelado cuando una mujer fue designada jueza de la Suprema Corte de Justicia. Hubo que reestructurar la planta para… ¡construir un baño para la jueza! Los que elaboraron el proyecto jamás pensaron que una mujer ocuparía un sitio en un reino que fue creado por hombres para ser ejercido “por siempre” por hombres.
En resumen, la mujer en la adaptación ha tenido que copiar una forma de pensamiento que no es natural de la hembra, e incluso en la mayoría de los casos ha tenido que dejar de lado en el campo laboral una de las más valiosas herramientas de funcionamiento: el pensamiento simultáneo y paralelo. Disminuidas en su potencial natural y con aproximadamente un 25 a 30% menos de volumen corporal, se están haciendo su espacio en este mundo del emprendimiento y el management.

Nos resulta imprescindible explicitar que cuando desarrollamos este capítulo partimos de la premisa de lo que denominamos “el estado emocional equilibrado” de la mujer que al igual que el hombre debe luchar contra sus instintos primarios emocionalmente reptílicos (amigdalinos) y peligrosos. Nos referimos a la mujer que también debe pasar de ser humano a “persona”. Construirse como persona más allá del género.
Machos y hembras de la especie humana tienen el desafío de aprender y entrenarse en su prefrontalidad. De lo contrario sólo suplantaremos los rasgos negativos de la cultura masculina por otra tan perjudicial como puede ser la de una hembra impulsiva y dominante.


Fortalezas y debilidades de las mujeres emprendedoras

Hay mujeres que se destacan por su enorme capacidad de llevar a cabo con compromiso y responsabilidad varias tareas y acciones en simultáneo, siendo valoradas y premiadas por estas competencias. Sin embargo, su punto débil y donde manifiestan frustración es en la competencia por el poder, en la imposibilidad de lograr desarrollarse jerárquicamente, perdiendo posibilidades ante hombres con mayores habilidades políticas u otras mujeres con características de pensamiento masculino, hábiles en mostrarse en el momento correcto en el lugar indicado.
Otras se manejan adecuadamente en las tareas cotidianas, operan con destreza las competencias requeridas, pero se muestran inseguras en el momento de tener que liderar personas o desarrollar tareas o acciones más estratégicas.
Algunas mujeres logran crecer jerárquicamente y descubren la tensión insalvable (con más intensidad que en la mayoría de los hombres) de lograr un mediano equilibrio entre la felicidad afectiva, la posibilidad de pareja, la formalización de una familia, hijos y el éxito laboral. En general, para la mayoría de ellas resulta arto complicado lograr todos los objetivos simultáneamente, sin sentir culpa moral y de trascendencia.
En las mujeres que optan por un desarrollo emprendedor independiente existen otro tipo de problemáticas, pero desde nuestra visión poseen algo más de flexibilidad para desarrollarse que las que se desenvuelven en relación de dependencia.

En todos los casos, claramente pagan un alto precio, entre ellos, la resignación del paradigma maternal,  sufren terriblemente el tironeo, el estrés y la tensión de dejar de lado a sus hijos y a su familia en pos de una necesidad cultural y evolutiva que todavía no encontró su equilibrio. Las parejas masculinas mayoritariamente aceptan y apoyan este desarrollo (desde su cerebro pre frontal), pero el cerebro emocional lucha con el nuevo mapa que escapa a los esquemas milenariamente establecidos: la pérdida de control y dominio, la aceptación que muchas de estas mujeres sostienen el hogar o ganan más dinero (el poder del dinero durante siglos le dio el control decisional al hombre en la pareja), el nuevo lugar del varón en la pareja tampoco es una situación que desde el cerebro mamífero femenino se encuentre totalmente claro, generando en muchos casos disfuncionalidades en la sexualidad y en el “respeto”. Estos son por supuesto solo algunos de los aspectos que rodean a este campo complejo.
Algunas mujeres (seguramente las que por genética y contexto lograron avanzar sin perder sus características netamente femeninas) tienen la magnífica posibilidad de agregar valor a la tarea: han sumado algunas particularidades tomadas de lo masculino y le han agregado un modelo accionable como consecuencia de su pensamiento múltiple. De este modo, logran una mayor eficiencia y eficacia, y agregan además la estupenda sensibilidad y sensualidad de lo femenino.


Aceptar las diferencias (una mano tendida al lector)

ü  Una de las primeras situaciones que surge es el redescubrimiento del potencial femenino (informarse, aprender, descubrir) comenzar lentamente a probar y a poner a prueba de menor a mayor el modelo femenino, es decir, comenzar con cambios de bajo riesgo que, si salen mal, no retrasen el proceso global (como sucede con la mayoría de los cambios, es conveniente aminorar el estrés para que resulten efectivos). Progresivamente es posible aumentar la complejidad, pero ya con el entrenamiento previo. En síntesis, proponemos lo que en neurociencias se llama entrenamiento en frío (practicar con diálogos internos, a modo de un ensayo teatral, para luego llevarlos a la acción).
ü  Un desafío en sí mismo es comenzar a poner en duda (primero con un procesamiento interno de la información) el estándar masculino imperante de la razón y el poder. Desde nuestra perspectiva, este cuestionamiento implica la no confrontación, pensar generativamente, no sólo pelear por la posesión de la “verdad”. Beneficiar el pensamiento y reflexionar con un menor grado de territorialidad desde un esquema natural femenino, desde la inteligencia intuitiva de la mujer.
ü  La mujer debe aumentar su autoestima (que es diferente a la del hombre) para negociar desde un mismo umbral sus ideas. Lo femenino implica que confrontar una idea no es necesariamente la conquista de un territorio, el desplazamiento del otro.
ü  Es necesario que las mujeres presten atención a su esquema cerebral y se informen sobre el del hombre. A modo de ejemplo (hay muchas excepciones en el terreno de la sexualidad “en el trabajo”) señalemos la sensualidad femenina: la necesidad de seducción (de “producirse”) del cerebro femenino es codificada por el varón automáticamente como genitalidad y sexo (así funciona en general el hombre). Concientizar este tema y cuidar ciertas formas –por ejemplo, no jugar “inocentemente” perdiendo el eje del equilibrio– evitará confusiones y desagradables conversaciones posteriores para intentar poner en claro el equívoco. La seducción femenina es una de las formas de “poder” ante el hombre, y ha sido funcional durante siglos. No importa en este momento si la complicidad del cerebro masculino fue inducente, lo valedero es la toma de consciencia y el compromiso consecuente, que llevará a la mujer a subir otro escalón en su desarrollo.
ü  Al varón agresivo se lo ha tratado de domesticar en diversas situaciones como líder social, político o empresarial. La mujer, por su parte, ha padecido en infinidad de circunstancias la discriminación: exclusión, desprecio, trabas para acceder a una adecuada capacitación, etc. Aun hoy en una selección de personal para innumerables tareas, se considera un “riesgo” contratar a una mujer divorciada con hijos. No obstante, la lucha continúa. Por ello, nuestro mejor consejo es no formar parte del juego discriminatorio, no disfrazar los motivos de discriminación a las mujeres emprendedoras: quizás se puede bromear en alguna entrevista: “A pesar de ser mujer, pienso que…”). Comprender (que no significa avalar o aceptar) a una sociedad discriminadora puede resultar beneficioso en el corto plazo. Hay que trabajar sobre este mal social, y remitirlo. Una estrategia es no exasperar al monstruo discriminador: desplazarlo a través de la inteligencia femenina y la capacidad de ayudar a reflexionar para mostrar el beneficio de la aceptación (la cual, si se logra, no es sólo para uno de los géneros sino para todos).
ü  En definitiva, ¿hay una fórmula para que una mujer se maneje en este mundo del emprendimiento con mayoría de presencia masculina? Creemos que sí: debe aprender más sobre su identidad femenina; desplegar con respeto y cuidado su inteligencia de mujer; desprenderse de a poco de los hábitos negativos masculinos inservibles y poco prácticos; copiar las prácticas masculinas más saludables; permitirse descubrir y descubrirse; cuidar sus espacios y ayudar a otras mujeres en la construcción de una masa crítica necesaria para equilibrar en una primera etapa la supremacía masculina.
ü  Estas sugerencias han sido escritas por varones (y fueron cotejadas con mujeres). Constituyen una propuesta honesta, porque pensamos que este mundo necesita con urgencia cambios profundos. La complementariedad y la necesidad apremiante de revisar los paradigmas del poder nos hace responsables de escribir estas ideas y este capítulo.










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